Las varices son una de las manifestaciones más frecuentes de la insuficiencia venosa. Aparecen cuando las válvulas que regulan el flujo sanguíneo dejan de funcionar de forma adecuada y la sangre se acumula en el interior de las venas. Esto provoca que se dilaten, se inflamen y adquieran una tonalidad azulada o rojiza. Aparecen, sobre todo, en las piernas, aunque en realidad, pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo. Aunque se trata de un problema muy habitual, especialmente en mujeres, no siempre presentan las mismas características ni requieren exactamente el mismo tratamiento.
Los factores que influyen en su aparición son múltiples, como, por ejemplo, la predisposición genética o el estilo de vida, pasando por la edad, los cambios hormonales o incluso permanecer de manera prolongada de pie. Los síntomas más frecuentes son pesadez, hinchazón, calambres nocturnos, picores o sensación de quemazón en las piernas. En muchos casos, la cirugía o las técnicas mínimamente invasivas permiten mejorar de manera notable la calidad de vida de los pacientes.
Ahora bien, además de las varices más conocidas, existe un tipo que suele pasar más desapercibido: las varices reticulares. Por este motivo, en este artículo te vamos a explicar qué son, qué síntomas provocan y cuáles son las principales diferencias con las varices comunes, además de repasar sus causas y el tratamiento más adecuado para eliminarlas.
Cuando hablamos de varices reticulares nos referimos a venas dilatadas de entre 1 y 3 milímetros de diámetro que aparecen bajo la piel con un tono azulado o verdoso. Suelen localizarse con mayor frecuencia en las piernas, aunque también pueden aparecer en el rostro. A diferencia de las varices habituales, estas no sobresalen de la superficie de la piel ni forman relieves visibles. Tampoco deben confundirse con las arañas vasculares, que son más finas y de menor tamaño.
En realidad, las varices reticulares son un problema circulatorio que afecta a las venas que conectan los sistemas venosos de mayor calibre con las venas más superficiales. Su presencia, aunque no siempre es dolorosa ni genera molestias, constituye una alteración que conviene vigilar y tratar para evitar que el problema pueda ir a más con el paso del tiempo.
Las causas de las varices reticulares son muy similares a las de las varices comunes. La predisposición genética juega un papel clave, ya que si tenemos familiares de sangre que sufren este problema, es más probable que aparezcan. También influyen los cambios hormonales —muy presentes durante el embarazo o la menopausia—, la edad, el sobrepeso, la falta de ejercicio físico o, por el contrario, pasar demasiado tiempo de pie sin descansar.
Además, las condiciones ambientales y el estilo de vida también pueden influir mucho en su aparición y desarrollo. Las altas temperaturas pueden dilatar las venas y agravar la sensación de pesadez. Un ritmo de vida sedentario o poco saludable, con dietas pobres en fibra y ricas en sal, también puede favorecer su aparición y agravamiento. En definitiva, podemos decir que se trata de un trastorno multifactorial en el que influyen tanto la genética de cada persona como sus hábitos cotidianos.

Lo que caracteriza a las varices reticulares es que, en muchas ocasiones, apenas generan síntomas y suponen sobre todo un problema estético. Sin embargo, esto no significa que no puedan generar problemas con el paso del tiempo. En algunos casos, los pacientes describen molestias leves, dolor difuso en la zona, picor, sensación de quemazón o incluso una ligera hinchazón.
Aunque estos síntomas suelen ser más leves que los asociados a las varices comunes, conviene prestarles atención. Si notas que se intensifican o que las molestias interfieren en tu día a día, lo recomendable es acudir a un centro especializado. Un profesional podrá valorar si es necesario iniciar un tratamiento para eliminar las varices reticulares y evitar complicaciones futuras.
La diferencia esencial entre las varices comunes y las reticulares, por norma general, suele ser su tamaño y su apariencia. Las primeras son venas más dilatadas y prominentes, que sobresalen y producen una alteración evidente de la superficie cutánea. Suelen estar acompañadas de síntomas más evidentes, como calambres, pesadez intensa o dolor continuado, que pueden afectar notablemente a la calidad de vida.
Las varices reticulares, en cambio, no sobresalen de la piel y se distinguen por ese tono azulado o verdoso que aparece bajo la superficie. Son algo más grandes que las arañas vasculares, pero mucho menos voluminosas que las varices de mayor calibre. En consecuencia, tienden a ser menos sintomáticas y a preocupar más por su impacto estético que por la incomodidad que generan. Aun así, conviene no subestimarlas, porque también son un problema relacionado con la insuficiencia venosa y, como tal, merecen ser tratadas.
El diagnóstico de las varices reticulares debe realizarlo siempre un especialista en patologías relacionadas con la insuficiencia venosa, como los que encontrarás en Varicenter. La exploración física resulta esencial para evaluar la apariencia de las venas y descartar otros problemas circulatorios. No obstante, en la mayoría de los casos los profesionales suelen recurrir también al ECO-DOPPLER, una técnica de imagen no invasiva que permite observar el flujo sanguíneo en tiempo real.
Gracias a esta prueba se puede confirmar con precisión el tipo de varices que presenta el paciente, la magnitud del problema y el estado de las válvulas venosas. Esta información resulta indispensable para decidir, si tienes varices reticulares, el mejor tratamiento, adaptado siempre a las características individuales de cada persona.
Hoy en día existen soluciones eficaces y seguras para eliminar varices reticulares sin necesidad de pasar por quirófano. La técnica más utilizada es la fleboesclerosis con microespuma, que consiste en inyectar una sustancia esclerosante en el interior de la vena afectada para que esta se cierre y desaparezca progresivamente, convirtiéndose en tejido cicatricial. Se trata de un procedimiento ambulatorio, rápido y con excelentes resultados en la mayoría de los pacientes. Si quieres saber qué médico trata las varices y cuándo deberías acudir a él, te recomendamos leer este artículo: https://www.varicenter.com/que-medico-trata-las-varices-y-cuando-hay-que-acudir-a-el/.
El tratamiento para varices reticulares con microespuma destaca por no requerir hospitalización ni periodos largos de recuperación. La persona puede retomar su rutina prácticamente de inmediato, lo que lo convierte en una opción muy valorada. En más del 95% de los casos, este método resulta suficiente para resolver el problema. En el reducido porcentaje restante, cuando las varices presentan mayor complejidad, se pueden valorar otras opciones, como microcirugía, láser endovascular o cirugía.
En cualquier caso, debemos destacar que lo más importante es no normalizar la presencia de estas venas dilatadas. A pesar de que, a veces se suelen percibir sólo como un inconveniente estético, las varices reticulares son un reflejo de un trastorno circulatorio que merece atención médica. Cuanto tienes varices reticulares, un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado no sólo ayudan a mejorar la apariencia física de las piernas, sino también a prevenir la progresión de la insuficiencia venosa y sus posibles complicaciones a largo plazo.